Angustia 2.0
Llevo toda la semana angustiado.
Uno de los servidores donde tengo un correo gratuito desde hace muchos años va a cambiar el dominio.
Ahora tengo que recuperar todos los mensajes y hacer copia, redirigir el antiguo correo a otro.
Entretanto, debo notificar a todos mis contactos la nueva situación.
Y verificar todos los lugares en los que estoy registrado con este email y cambiar mi configuración de usuario.
Si este correo lo hubiese usado para ligar a los veinte años, me sentiría liberado sabiendo que el hasta ahora proveedor de Internet borraría de mi caché éxitos y fracasos juveniles.
Pero este correo lo he usado para registrarme en los bancos con los que trabajo y en algunos organismos oficiales. Tampoco recuerdo todos los contactos que solo tienen esta dirección, con los no he seguido interactuando pero a los que no quiero perder.
Soy programador, no tengo problemas técnicos a la hora de hacer estos cambios. Sé perfectamente a qué se refieren cuando en las instrucciones del cambio aparecen palabrejas como SMTP, IMAP, y otros conjuros técnicos. Y a pesar de todo estoy angustiado. ¿Y si me dejo algo? ¿Y si falla el nuevo servidor? Me siento como un médico que va a la consulta de un colega suyo para contarle una afección.
Pero no quiero imaginarme como se sentirá aquél usuario con menos conocimientos de informática, siguiendo unas instrucciones paso a paso y en las que debe creer como si fuesen los Diez Mandamientos. Con el agravante de que el fin del mundo puede sobrevenirle en el momento en que pulse “Aceptar”. O tal vez no, tal vez la ignorancia de las consecuencias le permita verlo como un trámite sin más. Y luego los problemas vengan de uno en uno, poco a poco, y los irá solventando. Puede que algunas de esas catastróficas consecuencias con las que mi mente me tortura ni siquiera ocurran.
Independientemente de cómo puedo afrontar esta situación o cual sería la forma de hacerlo, estamos en un mundo cada vez más digital. Cada día que pasa mi entorno personal; mis amigos se comunican conmigo principalmente por Whatsapp; mi entorno laboral; mis contactos laborales y el justificante de mis honorarios me lo envían por email; mi entorno en general; dependo de Facebook y LinkedIn para mantener el contacto con un montón de personas con las que he estado en algún momento en contacto; y mi relación con la Administración Autonómica y Nacional; me envían mi vida laboral a mi correo, mi declaración de IRPF la gestiono a través de mi móvil; dependen de un identificador (cuenta de email o número de teléfono) que me asigna una empresa privada.

La araña usa su tela para atrapar a sus presas. Cuanto más luchan por escapar más enredadas quedan.
Imagen: http://www.sxc.hu
Mi libertad de acción depende del capricho, posibilidades y futuras quiebras o fusiones de unas empresas para las que yo soy un número y que en un momento dado pueden chantajearme cobrándome una cuota que a día de hoy no me dijeron que existía. Y todo mi entorno colabora en atarme a esa realidad. Es una telaraña que me sujeta y de la que no puedo escapar.
Voy a potenciar más mi dominio privado (qmbecanada.com) por el que pago un dinero; que ya se cuánto me cuesta y que puedo migrar de un proveedor a otro. No seré más libre, pero la cadena que me ata será más larga.
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